Hoy ha muerto Nicanor Parra. El antipoeta que escribía poesía. O como dijo uno de los personajes trazados en una novela de Milan Kundera de la que no recuerdo el título: «Solo un verdadadero poeta sabe qué grande es el deseo de no ser poeta».
Leía el deceso en uno de los periódicos desparramados en la mesa de lecturas de la biblioteca municipal. En el extremo inferior de una de las hojas había algo que me llamó la atención: desde Santiago de Chile la corresponsal decía que hasta la selección nacional de fútbol le rindió un homenaje en twitter. ¡Esos jugadores leen! y leen «la poesía es una mierda» de Nicanor Parra, pensé. Estos jugadores leen y por lo tanto piensan – hace unos años presencié un partido de fútbol de categoría infantil, en un lance del juego el entrenador increpó a un chaval que la cabeza la tenía para rematar y no para pensar -.
Creo que me estoy pasando, el fútbol y la lectura no son dos palabras de significado opuesto. Paul Breitner y Jorge Valdano lo atestiguan. Simplemente me llamó la atención. Seguramente Nicanor Parra en su país era algo más que alguien que escribía.
Pero no era de esto de lo que quería hablar, solo que sucedió y el «inmortal» se murió. Los años dejaron de echársele encima para estar él encima del mundo en forma de hidrógenos, hidrocarburos, helio y otras materias del espacio que nos nacen. De lo que quería hablar era que estaba leyendo tres libros de poesia para reseñar en esta revista, cuando me levanté para leer el periódico. Mejor dicho, dos antologías y un poemario de Enrique Falcón, cuando el viejo se murió entre los jóvenes. Entre los poetas jóvenes de Re-generación (Valparaíso), Poéticas del malestar (Gallo de oro) y La marcha de 1.500.000 (ediciones Delirio), de Enrique Falcón, que es del 68 .
El número con tantos ceros se refiere al periodo de 10 años en el que niños de las regiones de Sur mueren a causa de la no distribución de recursos:
«Ellos dijeron, si no vas a servir / derríbenlos en el nombre del mercado», escribe el poeta nigeriano Odia Oteimun, en una de las innumerables notas que flanqueando todas las páginas nos informan de los versos usurpados a otros poemas, de las variaciones que Falcón hace del original, de sucesos y referencias históricas y de toda una invasión de señalamientos que dan a conocer las claves por las que discurren unos poemas que buscan y encuentran una salida en lo real: «la guerra, mientras se libre en el territorio de otros, es buena para nuestra economía», dice un experto en negocios. Con estas afirmaciones y otras que flagelan los costados de su libro, el poeta compone versos con los millonarios beneficios de grupos empresariales, con las prácticas laborales y expolios necesarios, con secuestros o financiación de guerras:
Poéticas del malestar, editada por Gallo de Oro, es una selección de poetas nacidos hacia 1975, cuyos primeros libros se publican a comienzos del año 2.000. En esta antología se dan todos los sinónimos de indignación: trastorno, enfado, resentimiento, etc, también el insimismamiento como respuesta. La resistencia es el sarcasmo y el malestar, la desazón desde la propia intimidad acomodada, la ironía, la pequeña y la gran desolación. Encontramos una resistencia personal, sin asideros ni compromisos más allá de los propios, culta, sarcástica y existencia, esperanzadora:
«Yo la imagino aún siendo capaz de imaginarlo todo / sin hacer sentir a quien la escucha irresponsable / de sus propios delirios y razones». Abraham Gragera.
Los poetas del malestar se enfurecen, se arrebatan, irritan y enfadan, se sulfuran sin sublevarse.
La bipolaridad de la naturaleza humana es reconocida en una de las páginas que se han conservado de Aristóteles: «El hombre ha nacido para dos cosas: para conocer y para obrar». Pero hace ya un tiempo, el nuestro, el moderno, y todos los «post» que se quieran poner, que una cosa no lleva a la otra.
A estos poetas lo que sucede fuera les reta como problema, como enigma. Escriben con una percepción sensible, pero también desde lo que no puede ser totalmente comprendido. Así reciben la acción y la construyen con significado pasivo.
En Re-generación, editada por Valparaíso, se integran autores nacidos desde el incio de los años ochenta hasta 1995. La mayoría de los poetas actuales se niega a ser considerada miembro activo de grupos cohesionados. La página web, el blog, facilitan las necesidades de expresión y la difusión inmediata del autor. En consecuencia se ha potenciado la subjetividad.
En esta antología tenemos, por poner dos nombres, a Diego Alvarez Miguel, que entre la disyuntiva entre lenguaje y experiencia vital, entre lo dicho y lo hecho, se encuentra con que solo puede:
«Si acaso sacar / cierto sentido de algunas cosas / por el procedimiento de buscar / palabras precisas».
Y a Ben Clark y su implicación directa contra un capitalismo consumista causante de una conciencia disgregadora y de una incontinente producción de basuras.
Ya cumplida mi obligación de comentarista, y como para leer la realidad, basta con abrir los ojos y dejarse llevar por la narración poética, sin pensar, al menos a priori, en interpretaciones, significados o intenciones. Vuelvo a los poemas, saltando sobre los sesudos prólogos de Antonio Gamoneda, José Luis Morante y Rafael Morales, en los tres libros indicados, para dejarme llevar por lo puramente intuitivo.