Según Carlos Fonseca, periodista y autor de Tipos infames, los políticos, banqueros y empresarios son tipos infames porque se están forrando con la crisis, no porque ellos la hayan organizado desde tiempos difíciles de recordar. Podríamos aducir, de entrada, que a lo que asistimos de crisis tiene bien poco, y bastante de tinglado bien amañado. Solo que, por casualidad, el patrón de la editorial donde publica Carlos Fonseca, no parece que sea de ese pelo, puesto que no se le menciona ni aparece en el índice onomástico . ¿Una casualidad demasiado casual o una evidencia?
Estos mencionados honorables sujetos están organizados de modo y manera admirable y fuera de reyertas consustanciales a la naturaleza horrenda de su negocio. Viven apaciblemente representando una obra beatífica en la que en la versión de su modelo de timba (siempre gana la banca) es herido en su sensibilidad por algunas irregularidades que solo terminan en final carcelario cuando alguien tiene que ser necesariamente el más tonto de la clase o sino el mas adecuado actor entre una barahúnda de ladrones y estafadores sin escrúpulos, que aprovechando el adormecimiento de los ciudadanos son si cae más descarados en su juegos de depredación.
El asunto para el señor Fonseca es sólo la crisis, no el sistema, en estado de putrefacción a pesar del ambientador de recortes de prensa progresista que se aplique no puede esconder su hedor.
Más todavía si cabe, al final con su libro lo que evidencia es que los auténticos intocables (no preciasamente de Eliot Ness ) no han arribado ni tan siquiera a eso de ser públicamente denunciados en ningún sentido. Tampoco Fonseca los desenmascara. Dos perlas: Lara y Florentino Pérez, solo por no ampliar demasiado. Frente a lo que la apariencia ayuda a al engaño de los sentidos, el libro de Fonseca cae cerca de la infamia que no denuncia. Bien parece un encargo de la editorial Planeta – propietaria de Temas De Hoy – para sacar al mercado un producto – la aparente denuncia – que tiene reclamo entre un sector de la población. La indignación es un nicho de mercado para una editorial que sustenta al gobierno (La Razón, Antena3, Onda Cero…) en las tropelías abslutas que se precisen.
Cabría pensar que las ilícitas actuaciones de los elegidos les engrandece más que perjudica según lo que llamaríamos el efecto Berlusconi, que como se ha demostrado fehacientemente, es el timador más juzgado de la historia, y para la prensa (la suya propia) y la de sus compinches es todo un campeón del juego democrático.
El libro de Carlos Fonseca pasa por ser el relato de un notario, nada revelado que no hayan publicado siquiera los diarios más liberales del país. Shakesperiano, Fonseca llena hojas para ofrecer mucho ruido y pocas nueces.