Las cifras tienen un significado ecléctico, pero meridiano. La aparente victoria de Donald Trump no lo es tanto. Es la voluptuosa derrota de Kamala Harris lo que otorga al regreso de Donald Trump un aura de hoguera de detritus. Si Joe Biden consiguió 81 millones de votos en 2020, Kamala Harris ha obtenido 67, es decir, 13 millones menos. Trump ha obtenido 72 millones, dos menos que en 2020. Cada persona de esos 14 millones de norteamericanos decidió quedarse en casa y castigar la meditada ambigüedad de su candidata y el presidente en jefe. Al liberalismo en Estados Unidos le sobrevive una urticaria de mercadotecnia con resultado fatal. El cliente ya no compra el producto convertido en bono basura.
Los fieles no lo son tanto. Y esto puede significar que la sociedad norteamericana quizá no sea tan contumaz como los resultados a grosso y abultado modo aparentan ofrecer.
Las cifras de la desafección permiten ver muchas luces tenues: la falta de compromiso en cualquier cuestión de la candidata Harris, en un ejercicio de cinismo poco digerible. Su diletante discurso ante la barbarie hacia la población palestina – 40.000 civiles muertos –, ha desenhebrado la vacuidad publicitaria de sus valores políticos. Y no menos obtusa ha sido la mirada a la vida cotidiana de la antaño clase trabajadora y ahora baja burguesía, camino de una progresiva pauperización en el mercado y la competitividad social.
Puede que exista una soterrada guerra civil en Estados Unidos entre su costas y el interior, aparentemente liberal y elitista uno, y montaraz y cromañón, el otro. La fidelidad y el hartazgo son quienes han ganado y hecho perder estas elecciones. No es esta la lección que aprenderán, al menos quienes han perdido. Kamala Harris se encumbró porque consideraba amortizado a quien había conseguido 14 millones más de votos de los que ella ha sido capaz de convencer. Cuando no hay contenido, todo es soberbia.
Hacia dónde vaya el mundo, es lo de menos. Que iba a ir a peor estaba escrito muy de antemano. Los protagonistas de hoy son esos 14 millones, por un lado, y otros 2 por otro de personajes anónimos que decidieron no votar con la nariz tapada, u optando por el mal menor. No comulgaron con el chantaje constante de optar entre el tosco barbarismo y el grisáceo cinismo que siempre da paso a un autoritarismo caviar o cuartelero.
Así que esa es la noticia.