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Mi propio internet privado

Revista Hincapié 5 diciembre, 2013     Comment Closed    


¿Te preguntas cómo mantener a la NSA, al CNI, a la policía, el gobierno, las corporaciones fuera de tu equipo? Puede que tengas la solución, en este reportaje de Clive Thompson, publicado en Mother Jones. ¿Es hora de ponerse manos a la obra y crear un Internet seguro y común?

Joseph Bonicioli utiliza el mismo servicio de Internet que usamos tú y yo. Para estar conectado online paga a un proveedor de servicios una cuota mensual. Pero para hablar con sus amigos y vecinos en Atenas (Grecia)  tiene algo mucho más raro e interesante: un internet privado paralelo.

Lo construyeron  él y sus colegas atenienses. Lo hicieron vinculando una serie de antenas wifi en las azoteas para crear una «malla», una red que transmite datos y señales. Esta malla privada es más rápida que la red de las compañías telefónicas: los datos circulan a no menos de 14 megabits por segundo, llegando incluso hasta los 150 Mbs por segundo, aproximadamente 30 veces más rápido que el cable comercial de conexión que tengo en mí casa. Entre Bonicioli y los demás pueden enviarse mensajes, chats de vídeo e intercambiarse archivos pesados sin tener que aparecer en el Internet regular. Es un grupo numeroso de personas: su Red Metropolitana Inalámbrica de Atenas cuenta ya con más de 1.000 miembros y cubre toda Atenas y algunas islas cercanas. Cualquier persona que lo desee puede unirse de forma gratuita, simplemente tiene que instalar un sencillo equipo. Recientemente Bonicioli me dijo que «es como si estuviéramos hablando de otra web», «se trata de nuestra red, pero también es nuestro patio de encuentro particular«.

De hecho, esta malla se ha convertido en un importante centro social virtual. Hay blogs, foros de discusión, una imitación de Craigslist; se celebran noches de cine, en la que uno de los miembros cuelga en streaming una película y cientos de personas sintonizan  para verla. Hay tanta cultura local que incluso llegan a programar su propio mini-Google para ayudar a los miembros de esta malla a encontrar cosas. «Cambia las actitudes«, dice Bonicioli. «La gente empieza a compartir un montón. Comienzan a conocer a sus vecinos, encuentran intereses comunes; descubren con quién hablar y con quién quedar. «Hay incluso personas que se han enamorado después de conocerse en la malla”.

Los atenienses no están solos. Multitud de comunidades de todo el mundo han estado construyendo estos sistemas del tipo crea-tu-propia-red puesto qie la malla también sirve como una forma económica de acceder al Internet convencional. En la experiencia,  la gente también está descubriendo una faceta a la vez positiva e intrigante: sus nuevos espacios digitales son autónomos y están relativamente a salvo de las injerencias externas. En una época en la que los gobiernos y las corporaciones están siguiendo cada vez más nuestros movimientos por la red, las redes privadas controladas solamente por los propios usuarios están emergiendo casi como un concepto subversivo. «Cuando posees tu propia red«, explica Bonicioli, «nadie te la puede clausurar«.

Internet puede parecer amorfo, pero en el fondo es muy físico. Su columna vertebral la constituye una compleja estructura de fibras ópticas, cableado telefónico y conexiones de televisión que llevan los datos de un país a otro. Para tener acceso a la red, necesitamos que alguien conecte nuestra casa con esa columna vertebral. Es lo que se conoce como el problema de la «última milla» y por lo general lo resuelven los grandes proveedores de servicios de Internet, como AT&T, Comcast, Telefónica, Vodafone, etc. Ellos compran el acceso a la columna vertebral y luego cobran a los usuarios por llevarles la señal a través del teléfono o de las líneas de cable. La mayoría de los países desarrollados tiene un montón de proveedores de Internet, pero en los países empobrecidos y en las zonas rurales, el problema de la última milla todavía representa un  quebradero de cabeza. Si los proveedores consideran que no van a ganar lo suficiente con el servicio a determinadas casas, lo que hacen es no ofrecerlo o hacerlo solamente a precios exorbitados.

Las mallas evolucionan constantemente para hacer frente a este problema. Tomemos como ejemplo la red Guifi (1) española, que echó raíces cuando la gente se hartó de esperar a que las escleróticas empresas de telecomunicaciones dieran servicio a las zonas rurales. «En algunos lugares hay que esperar hasta 50 años, incluso se llega uno a morir esperando«, bromea Ramón Roca miembro de Guifi. Los españoles necesitados de ancho de banda conectan sus equipos wifi a antenas de largo alcance que orientan hacia hotspots o puntos de acceso públicos como por ejemplo bibliotecas públicas. Algunos aportan, de forma individual o en grupo, nuevas conexiones a la red troncal de costosos enlaces ADSL, mientras que otros se sumergen en la red de forma gratuita. (Guifi es un complejo conglomerado de caridad, parasitismo y costo compartido). Para unirse a la cadena solidaria, todo lo que hay que hacer es añadir un simple hardware que permite crear un centro wifi en tu ordenador para pasar la señal a tu vecindad. Poco a poco, de manita en manita, se ha logrado convertir a Guifi en la malla más grande del mundo, llegando a contar en la actualidad con más de 21.000 nodos.

En cierto modo, las mallas comunales se asemejan mucho a las cooperativas de alimentos. En tiempos de crisis sus miembros se dan cuenta de que por una fracción del precio pueden resolver por sí mismos el problema de la última milla. En Kansas City, Isaac Wilder, cofundador de la Fundación Red Libre, está utilizando este modelo para cablear los barrios en los que los ingresos familiares promedios no superan los 10.000 dólares al año. Sus compañeros de grupo se coordinan con organizaciones comunitarias que pagan por el acceso troncal. Wilder establece entonces una malla en la que cualquiera puede participar aportando una suma modesta. «Los márgenes de la mayoría de los proveedores de Internet están ridículamente inflados» asegura Wilder. «Cuando la gente ve el precio que les ofrece la malla privada, que son como ‘diez dólares al mes, la gente responde ¡eso sí que puedo pagarlo!’ «

En otros casos, las mallas se crean como pequeños negocios locales. Stephen Song, el fundador de Village Telco, comercializa lo que denomina «malla artesana» un dispositivo wifi de bajo costo al que se engranan automáticamente los demás, lo que les permite transmitir datos y también realizar llamadas locales. En algunos pueblos de África, donde el acceso a Internet es muy caro o inexistente, las pequeñas tiendas compran acceso troncal y luego lo venden a los clientes por medio de esas mallas artesanas, ofreciendo tarifas telefónicas y de Internet baratas. Stephen Song confía en que este modelo empresarial dé lugar a nuevas redes estables que ya no dependerán de las donaciones o de los voluntarios de la comunidad tecnológica. Estableció una malla en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). «Los principales usuarios de esta tecnología son abuelas» dice Song. «Las abuelas realmente dependen de sus familias y para ellas realizar visitas es complicado –ya que es una zona muy montañosa- por lo que ésta es una atractiva alternativa de bajo costo para mantenerse en contacto con la familia».

Mientras se han ido creando redes de malla para resolver problemas económicos, se ha descubierto que también ofrecen un elemento marcadamente político: dan a la gente -sobre todo- a los activistas políticos una manera más segura y fiable para comunicarse.

Como el activismo cada vez es más dependiente de las redes sociales, los regímenes represivos responden cortando los accesos a Internet. Por ejemplo cuando Hosni Mubarak descubrió que los manifestantes estaban usando Facebook para ayudar a fomentar la disidencia, ordenó a los proveedores de Internet controlados por el Estado que cerraran el Internet de Egipto. En China, el Partido Comunista usa su «gran cortafuegos» para evitar que los ciudadanos lean las webs pro-democracia. En los Estados Unidos, las autoridades cierran los servicios de telefonía móvil para evitar el acceso de los activistas de la comunicación, como ya ocurrió hace un par de años durante una protesta en las estaciones del metro de San Francisco. Este tipo de reacciones no sólo están motivadas por la disidencia. Algunas de las grandes compañías telefónicas y de cable han comenzado a bloquear las actividades digitales que no son de su agrado, como compartir archivos de gran tamaño en BitTorrent. En 2009, la industria discográfica convenció a Francia para que aprobara una ley –a estas alturas ya declarada inconstitucional- que cancelaba el servicio de Internet de cualquier hogar en el que se descargara más de tres veces archivos sujetos a derechos de autor.

El problema de la última milla, resulta que no es sólo técnico o económico: se trata de un tema político e incluso cultural. Parafraseando la declaración de A. J. Liebling (2), la libertad de Internet solamente está garantizada para aquellos que poseen una red (3). «Y en este momento, ni tú ni yo somos dueños de Internet, ya que solo alquilamos la capacidad de acceder a la red a una de las empresas que sí la tiene«, dice Wilder.

Los activistas digitales de la libertad y las organizaciones no lucrativas están creando herramientas de malla específicamente para conectarse y crear espacios fuera del alcance del espionaje gubernamental. Durante las acciones de Occupy Wall Street en Nueva York, Wilder creó una malla local para los manifestantes. En Washington, DC, el Instituto de Tecnología Abierta dependiente de la New America Foundation está desarrollando Commotion es decir “Internet en una maleta» un software que permite a cualquier persona desplegar rápidamente una malla. «Estamos creando la infraestructura para que cualquier persona que quiere lo desee pueda controlar su propia red «, dice Sascha Meinrath, que dirige la OTI. En un país con un gobierno represivo, los disidentes podrían utilizar Commotion para configurar una malla privada y encriptada. Si un déspota decidiera cerrar los accesos a Internet, los activistas siempre podrán pagar una conexión vía satélite y luego compartirla a través de la malla, permitiendo de esa forma que un grupo de personas estén rápidamente en línea.

Meinrath y su grupo han probado esta herramienta en las comunidades afectadas por desastres naturales en los Estados Unidos en Detroit y en el barrio de Red Hook de Brooklyn, donde la gente pudo utilizarlos para acceder a la red después del Huracán Sandy. Ahora OTI está trabajando para crear una malla que proporcione comunicaciones seguras para las comunidades locales de Túnez.

Incluso las llamadas de voz pueden ser enlazadas. Commotion incluye Serval, el software que permite acceder a la red de teléfonos Android y así comunicarse directamente a través de wifi, sin pasar por un canal inalámbrico de la red, una especie de red de walkie-talkies de alta tecnología. Creada por Paul Gardner-Stephen, investigador de la Universidad Flinders de Australia, Serval también encripta las llamadas telefónicas y los textos, lo que ayuda a que sean extremadamente difíciles de interceptar o escuchar. Los empleados OTI probaron esta primavera el uso de «extensores de alcance» externos capaces de conectarse entre sí a partir de alrededor de una milla de distancia en el Nacional Mall. En el metro de Washington, descubrieron que podían enviarse mensajes a seis vagones de distancia. «Ahora sabemos cómo hacer un sistema telefónico completamente», dice Gardner-Stephen. A pesar de los moderados alcances logrados, se nos abren un montón de potenciales usos para este sistema. Después de un terremoto, señala Serval, este sistema podría ayudar a los ciudadanos y a las agencias de ayuda a hacer llamadas locales al instante. En un escenario del tipo de Occupy, la policía puede tratar de apagar los mensajes de texto a través de Verizon y AT&T, pero solamente para descubrir que los activistas cuentan con su propio canal Serval privado.

Meinrath señala incluso que los sistemas encriptados como Commotion no son la panacea de la privacidad. El encriptado se puede romper y también los enlaces de la malla que van hasta el Internet normal -a través de satélite por ejemplo-, entonces estás enviando señales de nuevo a la NSA y a las redes en las que posee un montón de herramientas para controlarnos.

Aun así, las redes alternativas son una idea muy subversiva, que atraen a extraños compañeros de cama. El Departamento de Estado recientemente aportó casi 3 millones de dólares para apoyar a Commotion, ya que las autoridades creen que en un futuro podría ayudar a la libertad de expresión en el extranjero. Pero  las revelaciones sobre el espionaje de la NSA (OTI el desarrollador de Commotion, está considerando la posibilidad de unirse a una demanda para impugnar el programa de vigilancia de la agencia), provocarán que posiblemente aumente el interés entre los activistas por ese software. «Tiene toda la lógica del mundo» dice Meinrath.

El aumento de las mallas comunitarias sugiere la posibilidad de que sean mucho más radicales. ¿Qué pasa si tú quisieras una malla que se extienda por el mundo, que permita la comunicación con cualquier persona, en cualquier lugar, sin tener que pasar a través de un solo centímetro de cable de la empresa o del gobierno? De la misma forma en que lo hace Joseph Bonicioli en Atenas con mayúsculas –una red paralela, un Internet mundial dirigido por el pueblo y para el pueblo- ¿Podría convertirse en una bestia?

A un nivel puramente técnico, los defensores de las mallas dicen que es muy difícil, pero no imposible. En primer lugar, se deberían construir tantas redes de malla locales como fuera posible para después conectarlas entre sí. La larga distancia, los «saltos» son difíciles, pero la comunidad de las mallas -a veces usan antenas de wifi «Cantennas » especiales hechos del tipo contenedores Pringles -para unirse a los barrios lejanos. En Argentina, los mallistas han disparado las señales a una distancia de hasta 17 kilómetros uniendo así pueblos remotos y en Grecia, Bonicioli dice que han conectado ciudades a más de 100 kilómetros de distancia. Para los saltos más grandes, hay aún mayor abanico de ideas: subir un globo a la atmosfera a unos 60.000 pies, colocarle un repetidor wifi o usarlo para rebotar una señal entre dos ciudades separadas por cientos de kilómetros. Suena loco, pero el verano pasado Google lo logró cuando su Loon Proyect envió una flotilla de globos sobre Nueva Zelanda con conexiones inalámbricas para cubrir las zonas rurales. Hay incluso satélites DIY (caseros): «CubeSats» (micro satélites) que los investigadores universitarios han puesto en órbita con costos que no llegan a los 70.000 euros cada uno. Es un cambio nimio, pero al alcance de los Kickstarter (web de financiación de proyectos creativos) (4).

Para las comunicaciones estables, sin embargo, la mejor apuesta sería la de engancharlas al espectro radiofónico. Las ondas de radio son un recurso público, pero están regulados por organismos nacionales como la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) que reparte las frecuencias más potentes -las que pueden viajar grandes distancias y superar fácilmente los obstáculos orográficos- a los militares y a las principales cadenas de comuncación. (Wifi utiliza una de las frecuencias de acceso público más rara.) Si se consiguiera convencer al FCC para que entregue alguna de las poderosas frecuencias al público, las mallas podrían abarcar grandes distancias. «Necesitamos redes libres y necesitamos ancho de banda libre», dice Eben Moglen, profesor de derecho en la Universidad de Columbia y director del software del Freedom Law Center. Pero dado el poder de los lobbies de las telefónicas y del departamento de defensa, no podemos soñar.

La noción de una Internet global, verdaderamente independiente todavía puede ser un sueño para los defensores de las mallas, aunque su celo visionario sea contagioso. Se remonta a los primeros días del universo digital cuando la red era utilizada mayormente por científicos e investigadores universitarios que se comunicaban entre sí sin que las corporaciones se colocaran por el medio o el gobierno (que nosotros sepamos) hiciera seguimiento de sus charlas. La meta, entonces, como ahora, era a la vez la conexión y el control: un Internet propio.

———–

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Guifi.net

(2) http://en.wikipedia.org/wiki/A._J._Liebling

(3) La frase original de A. J. Liebling es «Freedom of the press is guaranteed only to those who own one” (La libertada de prensa solamente está garantizada para los que poseen un medio).

(4) http://es.wikipedia.org/wiki/Kickstarter

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Autor: Revista Hincapié

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