Aventuraba John Kenneth Galbraith en su ensayo La cultura de la satisfacción el recurso de los satisfechos de las grandes ciudades a una mentalidad de campamento militar, a atrincherarse con guardias de seguridad privados, a atribuir el delito no como consecuencia de la situación social sino de una naturaleza inferior o delictiva de los individuos implicados. Sin que se lo hubiera propuesto, Galbraith parece dibujar el Paris que lleva existiendo mucho tiempo. La capital de la revolución puede convertirse en la de la contrarevolución que viene. En aras a una seguridad, pretendidamente sacudida por la masacre del 13 de noviembre, la satisfecha clase francesa hoy atemorizada recibe con buenos ojos la deriva liberticida que políticos, militares y jueces llevan años tratando de establecer en favor del poder del estado frente a la democracia. En favor de un orden y una ley sólo aparentemente quebrados, se verá conveniente que los medios de comunicación adecuen sus informaciones a la razón suprema de la seguridad del Estado. Urge «dar caza a los terroristas». Aunque las mismas balas acaben con la disidencia de palabra, de pensamiento, y se dirija hacia los inmigrantes y los franceses de segunda y tercera generación. París vivió una noche similar a las cientos de noches que se viven en Bagdad, Trípoli o Alepo. Y Francia declara una guerra que ya libraba, salvo que en territorio y con víctimas ajenas. Y tras la terrible masacre acaecida en la capital francesa, Mohamed, parisino hijo de palestinos, y lina, de familia libia temen que el pasado sea futuro, y la sospecha anteceda a los grilletes.
En las pantallas de los hogares franceses del domingo 15 aparece Nicolas Sarkozy. Ha pedido al presidente de la República en El Eliseo medidas «drásticas». Nicolas es un personaje cuya reaparición no debiera pasar desapercibida. Bajo su orden, las fuerzas militares ayudaron a derrocar a Gadafi. Los herederos del dictador libio desvelaron que su padre había financiado generosamente la campaña de Sarkozy. Las «medidas drásticas» que exige el ex presidente francés y que no dudaría en ejecutar despiertan el temor en Mohamed y Lina. Ellos saben lo que es tener una vida «drástica». Sus familias vieron detenidos y torturados a sus miembros, desaparecidos a sus amigos, bombardeadas y posteriormente expropiadas sus casas. Vivieron la pobreza del exilio, donde se repitieron las masacres, con la drástica indulgencia de los países occidentales. La llegada a Francia de sus familias no aplacó el interés que en Oriente Medio y Próximo habían fijado los países occidentales. Mohamed y Lina nacieron en un París que solo en círculos minoritarios despertaba de su mala conciencia.
Quizá dentro de menos tiempo del que tardamos en saber la relación entre la familia Bush y los Bin Laden, sepamos la responsabilidad de Occidente en el nacimiento del anacrónico ISIS. Mohamed y Lina saben las extensas propiedades que Arabia Saudí y la no menos esperpéntica familia real qatarí tienen en París. También el peso de sus multimillonarias inversiones en toda Francia. Y en paises como España. Tienen mucho cuidado, y es un alarde de censura y supervivencia, los medios de comunicación en evitar mencionar la relación de estas monarquías rigoristas con el apoyo que reciben las sectas armadas como el ISIS. Esos medios, que a veces leen Mohamed y Lina, dependen de empresas participadas por las familias reales de Arabia y Qatar.
Los atentados del 11-S en Nueva York supusieron una ola «drástica» sin precedentes para millones de personas. Aún no se sabe el número de víctimas en Irak, Afganistán, Mali, Palestina y Siria. Tampoco el de las vícitimas que pertenecientes a comunidades persas o árabes viven en Occidente. Fueron y son sospechosos. El ministerio galo de interior reconoce que tiene a más de 10.000 árabes por sospechosos. En las siguientes horas a las masacres del 15 de noviembre, en solo la noche del domingo al lunes, la policía gala ha realizado 168 registros; sin orden alguna; sin constancia pública de interrogatorios. ¿Creen ustedes que los agentes han entrado en el hogar de Mohamed o en el de Lina? ¿Creen que han sido detenidos? ¿Creen que no han sido juzgados en decenas de ocasiones anteriormente por la prensa, o la policia necesitada de ofrecer resultados a sus ansiosos responsables políticos en pos, a su vez, de ofrecer piezas de la «caza de terroristas» a los temorosos votantes?