
Es mejor alejarse de ellos. De los que creen tener un futuro inevitable y fijado. Porque su salvación es la condenación de otros.
Estados Unidos e Israel son dos naciones que defienden su religioso concepto de “destino manifiesto”. Israel, con la conquista y expulsión de los palestinos de las que dicen son sus tierras. Jehová le dijo a Abraham “vete de tu tierra (…), hacia la tierra que te mostraré y haré de ti una nación grande”. La promesa se sitúa hacia el año 2.200 a.C. según la narración bíblica. Esa tierra prometida era Canaán, actual Palestina.
En Estados Unidos James K. Polk, decimoprimer presidente, lo manifestó en la guerra contra México de 1846-1848, cuando se anexionó Texas y sus aspiraciones con respecto a la Alta California. La expansión de Estados Unidos en el siglo XIX y parte del XX está sustentada en la seguridad de que Dios les ha elegido como su pueblo predilecto, y en un profundo racismo hacia las poblaciones no anglosajonas.
Fue John O. Sullivan, editor de prensa, quien mencionó por primera vez el término “destino manifiesto”. Sostenía que la incorporación de Texas y otros territorios era un derecho y un deber divinos. Ideal que guio la expansión estadounidense hacia el Océano Pacífico. Cuando llegaron, después de machacar a los indígenas, el inmenso país les pareció pequeño y fueron a Cuba, a Filipinas y, con otros métodos, hincaron su destino en lo que llamaron “el patio trasero”, América Central y Sudamérica.

Israel confunde la necesidad de hecho con la necesidad de derecho, lo que lleva a sus gobiernos a un determinismo radical de asesinatos en masa para que su presente tenga un futuro.
¿Será así? Creo que no. Ya hay numerosos israelíes que se están marchando del país porque es imposible vivir en ese estado de guerra continua. Además de la guerra continua y la estrategia de que la ofensiva siempre debe tener primacía sobre la defensa (Clausewitz), está el incremento constante de árabes palestinos en el actual estado israelí. Los palestinos que en 1948 permanecieron en Israel eran 160.000, hoy son más de un millón y medio, el 21 % de la población. Y como los árabes también son semitas, igual que los judíos, quizá aquella unidad original prevalezca algún día, contraviniendo los propósitos del Dios de cada pueblo.