Su cara está deformada. Un tumor en su maxilar derecho, agresivo, toma cada vez su rostro. El dolor había empezado en una muela hacía casi un año y, fue ese el momento en el que su cuerpo dejo de ser suyo. Es abril de 2007 y Ana María Acevedo está internada en el Hospital Iturraspe de la ciudad de Santa Fe. Es de una localidad a trescientos kilómetros, una zona pobre, muy pobre. Tiene a sus veinte años tres hijos, uno de cuatro, otro de dos y un bebé de casi un año. A Ana María le queda poco de vida. Lleva peleando para que la deriven a un hospital donde tratarle el cáncer que la consume y cesar su último embarazo.
La corporación le deniega el tratamiento oncológico bajo el pretexto de preservar el embarazo que ella no quería. Entre mayo y octubre de 2006, la odontóloga de Vera se negó una y otra vez a derivar a alguna ciudad en la que contaran con la infraestructura necesaria para realizar un correcto diagnóstico. La madre de Ana María, Norma, tuvo que contratar un abogado para conseguir que la llevaran a Santa Fe.
Ana María vivía en la barriada más humilde de Vera, casas levantadas bajo el soplo del gobierno, junto al cementerio. A los doce años, tras terminar la escuela primaria, abandonó los estudios. A los dieciséis ya había tenido a su primer hijo. Su madre no podía mantenerla, y para sobrevivir, como el 20% de las mujeres de Argentina, Ana María ingresó en el ejército de limpiadoras de hogares.
El 23 de octubre de 2006, tras seis meses de la extracción de la muela en Vera, la familia de Ana consiguió que la ingresaran en el hospital Cullen en Santa Fe. Allí diagnosticaron un cáncer en las partes blandas de la boca. Un doctor operó y extrajo un tumor de 3,5 centímetros. Nueve días después, al sacarle los puntos, le médico informó a Ana que tenía un cáncer no muy avanzado, y que debía seguir un tratamiento de radio y quimioterapia. Por lo tanto fue derivada al servicio de Oncología del hospital Iturraspe, lugar de su sentencia definitiva. Allí llegó el 23 de noviembre
En el Iturraspe, cuenta su madre, la mandaban cada quince días a casa.
– Lo Único que tenían que hacerle era quimio y rayos y ya estaba
– Y ¿Cuándo quedó embarazada?
Ella tomaba pastillas, pero estuvo internada en el Hospital Cullen se las sacaron. Cuando ella llegó a vera se veía con el marido y ahí queda embarazada. Un día le agarró fiebre, la llevé de vuelta al Hospital Iturraspe en Santa fe y le encontraron un embarazo de quince días. Pero me mandaron de vuelta al otro hospital, al Cullen.
El 5 de diciembre, en una revisión en el Iturraspe, Ana María le volvió a decir al jefe del servicio de oncología, César Blajman, que tenía un retraso en su periodo. La mandaron a hacer un examen y el 14 de diciembre se confirmó el embarazo entre tres y cuatro semanas. Cinco días después la internaron y el equipo hizo un “ateneo” para discutir su caso.
El primero que deja asentada la negativa a brindar algún tipo de tratamiento es Jorge Venazzi, el radiólogo a cargo. Escribe en la historia clínica de Ana María: “La indicación de tratamiento del rabdomiosarcoma es radioterapia, pero la misma no se puede realizar debido a los altos efectos teratogénicos de la misma, teniendo en cuenta el embarazo de la paciente”. Y concluye: “el embarazo es una contraindicación para la realización de la radioterapia”.
La negativa a brindarle a Ana María el tratamiento necesario para su cuadro médico no fue lo peor. El embarazo era tan incipiente que, cuando le hicieron la ecografía, no lograron observar el embrión y la mandaron repetir el estudio unos días después
A partir de ese momento, Norma empezó a insistirles de manera sistemática a los médicos en que interrumpieran el embarazo, así su hija podía recibir el tratamiento oncológico. La negativa del equipo médico del Iturraspe fuer doble: no le hicieron a Ana María el aborto que pedía y tampoco le administraron el tratamiento contra el cáncer. Abandona a su suerte, el tumor comenzó a extenderse de nuevo en su mejilla.
Para saber más
El texto anterior es el inicio de la crónica de Estefanía Pozzo, titulada Un Fuego que se enciende en un momento preciso e integrada en el libro Rabia publicado por Anagrama. La historia de Ana María desencadenaría otra historia, esta vez colectiva: la rabiosa lucha por el derecho al aborto en la Argentina de hoy. El libro contiene siete crónicas más que se adentran en la vida de otros siete latinoamericanos. Juntas son un panegírico concreto de la realidad rabiosa en Perú, Colombia, México, Nicaragua, Chile, Puerto Rico y Cuba. Los editores de este libro, Javier Lafuente y Eliezer Budasoff, destacan que estas crónicas retratan los momentos, y las situaciones que hoy se desangran en las sociedades latinoamericanas. Dibujan el momento en que salta por los aires la argamasa corroída de la que están hechas las realidades de papel cartón de la realidad. Es cuando desde un no tiempo, los personajes cobran vida autónoma y dejan de ser silentes numerarios de la masa social.
El compendio de crónicas que recoge Rabia es de lo mejor que se ha publicado de crónica en el 2022. Es la vigorosa narración de cronistas jóvenes pero reconocidos – Elena Reina, Estefanía Pozzo, Juan Cárdenas, Ana teresa Toro, Carlos Manuel Álvarez, Joseph Zárate, Wifredo Miranda y Yasna Mussa –. Atraviesan las violentas realidades de América Latina: desde el México en el que mueren a diario mujeres; la violencia y el racismo en Colombia; el Puerto Rico de los huracanes; de la gerontocracia inmovilista del poder en Cuba; de la convulsa Perú donde los jóvenes derribaron un presidente; de un joven periodista encarcelado por el plenipotenciario y sacerdotal presidente Ortega en Nicaragua; el Chile que dejó ser el juguete roto de la larga dictadura de Pinochet.
Rabia. Crónicas contra el cinismo. Edición de Javier Lafuente y Eliezer Budasoff. Anagrama 2022. 267 páginas. 18,90 euros.