El 7 de abril de 1994, en Ruanda, un país sin salida al mar en el corazón de África, se inició un» genocidio en su forma más pura». Sucedió. En tres meses, de abril a julio de 1994, en las colinas de Ruanda, cientos de miles de tutsis fueron exterminados. Asesinados por haber nacido tutsis. La megamáquina tuvo una «productividad» superior a la del campo de exterminio de Treblinka, el más elaborado de los campos nazis de la «solución final». Fue una «derrota para la humanidad». Así lo reconocieron la ONU, Estados Unidos, Bélgica y las decenas de actores que participaron en ella. Francia arrastra la sombra de su especial participación. El periodista Patrick Saint-Exupéry, editor de la revista XXI, revela que sin la participación de la grandieur el genocidio no hubiera sido posible. Y señala además a los responsables que dieron la orden de armar a los hutus para proceder al exterminio. El silencio sigue en archivos enterrado profundamente en las galerías oscuras del estado. Las revelaciones de Patrick Saint Exupery pretenden exhumar el secreto.
Los soldados franceses llegaron a Ruanda en junio de 1994. Asistieron, como testigos macabros, al genocidio de los tutsi. Su papel no era el de simple convidado. Recibieron la orden desde El Eliseo de armar a los asesinos.Con la ingente cantidad de armas recibidas y la pasividad de las fuerzas militares francesas, los soldados hutus atacaron a las milicias tutsis que estaban venciendo al ejército ruandés. Y procedieron a la exterminación de toda la población tutsi, haciendo propia la máxima sanguinaria de los colonos españoles de acabar con todo vestigio de vida pues Dios renocería en el cielo «a los suyos».
La misión francesa en Ruanda llevo el pomposo nombre de Operación Turquesa. Un color tan alejado del de la sangre. La orden de armar a los hutus fue de Hubert Védrine, Secretario General de la Presidencia de la República. Los hombres de estado y los militares aprecian la realidad con lentes distópicas, como lo confirma el color elegido para una operación que no podía sino desencadenar un rio de sangre.
El periodista Saint-Exupéry da con el último responsable de la masacre a través de una fuente que tuvo el dossier aún secreto donde aparece la orden firmada del propio Hubert Védrine. El mar de las tinieblas ruandés dejó 800.000 tutsis masacrados. Algunos periodistas y medios de comunicación europeos se han aferrado a la «endeblez» de las pruebas contra el ex secretario de la presidencia francesa. Pero el periodista Patrick Saint-Exuéry lleva desde aquel 1994 mucho saber en la mochila. Estuvo allí enviando crónicas para el diario Le Figaro. Vio las fosas comunes, habló con tutsis que huían y con hutus que los perseguían. Estuvo también con los soldados franceses. Plasmó la crónica del horror en L’Inavouable. La France au Ruanda (Lo inconfesable. El rol de Francia en Ruanda).
Por el dinero al genocidio
A principios de los años 90, Francia colabora con sus ex colonias otorgando préstamos «para el desarrollo». Entre 1990 y 1993 el gobierno de Kigali emplea 86 millones de dólares en la compra de armas al fabricante sudafricano Armscor. Hay testimonios, como el de Janvier Africa, jefe de los escuadrones de la muerte hutus, que revelan el entrenamiento entre febrero de 1991 y enero de 1992 que tuvieron de militares franceses:
«Los militares franceses nos enseñaron a capturar a nuestras víctimas y a amarrarlas. Eso era en una base en el centro de Kigali. Allí era donde se torturaba y era también allí donde la autoridad militar francesa tenía su sede. […] En ese campamento vi a los franceses enseñar a los Interahamwe a lanzar cuchillos y a reunir fusiles. Fueron los franceses quienes nos enseñaron -un comandante francés- durante varias semanas seguidas, en total 4 meses de entrenamiento entre febrero de 1991 y enero de 1992».
Sobre la tierra ensangrentada
Los militares franceses crean la Zona Humanitaria Segura (ZHS), un corredor que aprovecharán los responsables hutus para escapar provisionalmente a Zaire, tras las efímeras vicrorias de la guerrilla tutsi. En los puntos de control, se aparta a los Tutsis y solamente los Hutus son autorizados a continuar su camino. Se levantan albergues al borde del camino para que los exilados puedan pasar la noche en ellos.Varios millones de Hutus regresarán así a los campamentos de refugiados de Goma, donde los genocidas caen sobre ellos sin piedad. Saint Exupéry aseguró:
«en París (…) cierta gente, dejando de lado el genocidio en marcha, como si se tratara de un simple detalle, había planificado una reconquista. (…)
Lo que, inevitablemente, habría llevado de nuevo al poder a los responsables del genocidio. Parece inconcebible pero así fue:
Francia, nuestro país, estuvo a punto de implicar a su ejército del lado de los asesinos».
A solas en un salón, Hubert Vedrine le explica al periodista su particular visión la visión francesa del asunto:
«Al asumir mis funciones, me cuestioné la presencia francesa en Ruanda. Se me explicó que Burundi y Ruanda se habían unido a la familia franco-africana. No se les podía dejar abandonados».
Son 800.000 muertos, cerca de 4 millones de desplazados. Una misión llevada a cabo en un tiempo récord. Saint Exupery logra contactar con un suboficial militar que le habla de las «guerras sucias» del ejército francés:
«El TTA 117, aquel reglamento interarmas que se forjó a finales de los años 1950 para la guerra de Argelia y que aún hoy permanece accesible en los archivos únicamente para quien tenga una autorización.Sin que la palabra «tortura» sea mencionada ni una sola vez, ese reglamento condujo a su uso. Un círculo restringido de oficiales de la colonial lo utiliza aún como base de inspiración».
En Ruenda aterrizan 150 hombres provenientes de 2 regimientos de la 11na división de paracaidistas aterrizan en Ruanda.Sus unidades de origen, de vocación colonial, son el 8º regimiento RPIMa y el 2ºregimiento REP, especializados en operaciones secretas. Hay también algunos hombres del primer regimiento de la RPIMa, que dependen del Comando de Operaciones Especiales (COS), así como los Comandos de Búsqueda y de Acción.
Los demonios flotan otra vez sobre la capital París que celebra en este mes de julio su liberación del genocidio nazi. Saint Exupéry pretende que los archivos secretos que guardan crímenes de estado a voces sean abiertos de par en par. Es al recién hombre fuerte del estado, Macron, a quien corresponde mantener los secretos del entonces presidente Miterrand, mientras Francia sigue teniendo sus intereses en toda la Francafique.