Tiene su gracia que Up in the air[1] sea una de mis películas favoritas. Habiéndola visto unas cuantas veces, es de suponer que en cierta manera ya estaba preparado para el fatídico «lamentamos comunicarle que su puesto ya no está disponible» que se fraguaba en el horizonte desde hacía ya algún tiempo y sobre el cual yo no era completamente ignorante. Hay que ser un poco obtuso o temerariamente despreocupado para no verlas venir. La mayoría de las veces sí las vemos venir, aunque no siempre hagamos algo al respecto. De una forma u otra, un mal día recibí la notificación de despido, con 45 años y en medio de la peor crisis económica y política que ha vivido España desde el inicio de la democracia. Un año después me reincorporé a la masa laboral después de una enconada búsqueda de un nuevo empleo. Lo que el lector encontrará a continuación es el conjunto de las conclusiones que he sacado de este año, a la vez difícil y estimulante a pesar de la angustia.
La primera reacción de un profesional que queda desempleado es entrar en pánico. No importa mucho cuánto tiempo haya estado trabajando antes o si ya había previsto la situación, o si incluso ya ha dado algunos pasos de cara a un nuevo puesto… en cuanto pierda su empleo le asaltará un miedo atávico que tiene su raíz en la agrupación tribal prehistórica. Los defensores de la persistencia de la memoria racial sostienen que el despido, como acción conceptual, dispara alertas en nuestro inconsciente colectivo relacionadas con la expulsión de la tribu. En los orígenes de la Humanidad, tal despido significaba la muerte por inanición o por ataque de fieras salvajes, y esto explicaría el miedo irracional. Por tanto, lo primero que el profesional recien desempleado debe hacer es identificar y controlar ese miedo. Eso será lo más difícil a lo largo de todo el tiempo que dure la situación: no dejar que el miedo nos domine.
Con el miedo controlado, lo siguiente es ser capaz de responder de forma clara a la pregunta «¿qué sabes hacer?». Los títulos y certificados están bien para sustentar la respuesta pero no son la respuesta en si misma. Si uno responde a esa pregunta con «tengo una licenciatura en Economía» está jodido. Pero no solamente está jodido ahora, en realidad ha estado jodido desde hace tiempo, lo que pasa es que no se había dado cuenta. Si en cambio responde con un «conozco bien el comercio internacional» entonces ya tiene algo en lo que apoyarse. Si además, tiene una buena certificación que apoye esa competencia, entonces su posición mejora a ojos vista. Por lo tanto: primero, tener claro en qué se es bueno; segundo, hacerse con una certificación que lo demuestre. Quien no tenga estos dos puntos bien claros, quien no sepa qué es lo que puede ofrecer, quien crea que sirve para todo pero sin ser maestro de nada… lo siento mucho pero tiene un camino difícil por delante, más allá de lo que yo pueda aconsejarle.
El paradigma del empleo ha cambiado con la globalización de la economía. Los puestos en la misma empresa para toda la vida son Historia. Los profesionales debemos hacernos a la idea de que el mantenimiento de nuestros puestos es ahora una de nuestras funciones en las compañías. Del mismo modo, debemos estar preparados para tener que cambiar de puesto, si el que tenemos se revela prescindible. La flexibilidad debe ser total y eso puede implicar una alternancia entre períodos de empleo y períodos de desempleo. No es algo grave, es solo un modelo laboral al que no estamos acostumbrados. Lógicamente, éste modelo hace necesario que vivamos menos al día y que ahorremos más en previsión de períodos sin ingresos (no es sino la fábula de la cigarra y la hormiga). Soy consciente de que esto va literalmente en contra de cuanto nos enseñaron: estudia, busca un buen trabajo estable, cásate, ten hijos, consume, consume, consume… es decir, vive toda tu vida cabalgando una deuda con la Sociedad que te cobija…. Fue bonito mientras duró, y seguro que algunos incluso llegaron a beneficiarse de esa época, pero ya pasó. Quien crea que aún puede seguir ese patrón de vida estará viviendo una fantasía, con el consiguiente riesgo de despertar un día a la cruda realidad y pillarse una depresión de campeonato. Y si la deuda es muy gorda, incluso pasarse una temporada «a la sombra».
Una vez comprendidas las circunstancias hay que trabajar la propia actitud personal. El desempleado no está «parado». El término «parado» es un veneno para el alma, y además forma una imagen mental muy destructiva. Conviene, tanto por salud mental propia como por mejorar nuestra posición de cara a un futuro empleador, dar a nuestra situación un enfoque productivo. Por ejemplo, una forma productiva de ver la situación de desempleo es pensar que tu trabajo ahora es conseguir un nuevo empleo. Por un período de tiempo indefinido nos convertimos en vendedores de nosotros mismos. Nuestro objetivo es encontrar una organización que precise de una fuerza de trabajo como la que nosotros podemos ofrecer y vendérsela. En ese sentido, todos los desempleados en búsqueda de empleo son emprendedores.
El inconveniente de entender el desempleo como un trabajo es que no se pueden lograr objetivos intermedios que te animen: o se consigue un nuevo empleo o no se consigue… es una carrera en la que no hay segundo puesto… y tampoco se puede ir ganando un empleo poco a poco. Por ello, hay que desarrollar mucha actividad que no tendrá un retorno efectivo inmediato y eso conduce a la frustación. El desempleado debe blindarse contra el desánimo: cada oportunidad fallida debe servir solo para aprender y mejorar la candidatura, luego es mejor desecharla y olvidarse de ella. Es mejor tener en la mente solamente las oportunidades a las que vamos a optar y no pensar en las que perdimos.
Lógicamente, y más en la situación que atraviesa el país ahora, no siempre tendremos oportunidades a la vista. Hay temporadas en las que no sale ninguna oferta a la que podamos optar. Otra forma de productividad para esos períodos es realizar actividades de mejora de nuestra empleabilidad, como formarse o participar en foros de discusión de redes profesionales como LinkedIn[2]. Eso tiene doble beneficio: te mantiene activo y amplía tu red de contactos. De hecho, LinkedIn es una herramienta fundamental hoy día para mejorar las posibilidades de empleo.
También han cambiado los valores en los que se sustenta una candidatura. La experiencia o veteranía pueden no percibirse como un valor en sí mismo. No recomiendo a los candidatos senior (por encima de los 45 años) que se apoyen en esa cualidad. En su lugar, un valor que siempre es incontestable es la capacitación, demostrada mediante certificaciones y/o (ahora sí, pero siempre subordinada a la capacitación) años de experiencia en la actividad que prueba esa capacidad. Decir «llevo 20 años trabajando» tiene menos peso en una candidatura que decir «soy director de proyectos, con certificación IPMA[3] y 3 años de experiencia liderando equipos». Lo que cuenta no es lo que has hecho, sino lo que eres.
En fin, recomiendo la lectura del Bushido[4] como fuente de inspiración a la hora de prepararse psicológicamente para la búsqueda de un nuevo empleo. Sé que suena un poco a guay pero a mi me ha ayudado siempre mucho, tanto durante el desempeño de mi actividad profesional como cuando he estado desempleado. La idea básica del Bushido es la aceptación de la muerte, lo cual nos permite superar el miedo atávico (eso que mencionaba al comienzo del artículo), y vivir en todo momento con una actitud basada en unos valores sólidos: lealtad, respeto, humildad, disciplina, cortesía, frugalidad..etc. Y si al final todo eso no te ayuda a encontrar empleo, al menos te ayudará a aceptarlo con dignidad.
[1] Up in the air es una película dirigida por Jason Reitman en 2009, basada en una novela de Walter Kirn. Para ver más, haga clic aquí
[2] LinkedIn es una red social de contactos profesionales http://www.linkedin.com
[3] IPMA es el acrónimo de la Asociación Internacional de Dirección de Proyectos (http://ipma.ch/)
[4] El Bushido es un código ético tradicional japonés (http://es.wikipedia.org/wiki/Bushid%C5%8D)