Emblema de la ciudad subterránea, exilio de una urbe presa de sus interminables atascos, el metro de Teherán encarna las paradojas y el carácter bipolar de esta gran ciudad. Descender a sus entrañas es acceder a esa mezcla inaudita y atrayente. El metro de Teherán cierra alternativamente sus ojos. En él sonríe un país y al mismo tiempo su rostro muestra sus gestos más rígidos. Hace cuarenta años de aquel año de 1978. El metro de la capital iraní era el opúsculo del imperio del depuesto Shah. La ciudad, como una metáfora del país, fue abandonada en la agenda. Irán se sumió en los esfuerzos por derrocar en su totalidad el engranaje del régimen anterior. De seguido llegaría la eterna guerra con Irak. De mientras, Teherán se congestionaba en un caos indescriptible que paralizaba el centro de la ciudad durante casi todo el día. Metro de Teherán en sus horas punta. Contemplar esa masa compacta de seres equivale a lo que en otras grandes urbes como París es un día de huelga y manifestaciones. ¿Cómo el régimen de los Mullahs permite esta promiscuidad física, tabú supremo, cuando cuerpos se juntan en una bcrutalidad aderezada de cortesía persa? Todo parece como si esta zona pública se transformara aquí abajo en un espacio privado.
El mundo de las mujeres
Los tres primeros vagones están reservados a las mujeres solas. Un logo en cada vagón lo recuerda. En los restantes entran las parejas y los hombres solos. Aunque las mujeres solas se adentran en estos con una inusitada autoridad sobre todo en las horas punta donde se lleanan los primeros. Los hombres no tienen a mano más que la resignación o la revancha, en ocasiones de invadir los primeros vagones. Los andenes son escenarios de ballet donde vendedores de todo tipo exhiben su talento oratorio prometiendo placeres. Las risas contrastan con los precptos en vigor del islam rigorista. Es un gran zoco. Todo se vende, todo se compra. Desde servilletas higiénicas hasta producots de belleza y lencería. Los comerciantes no dudan en enseñar un sujetador en el baúl de un pasajero en chador para comprobar el tamaño. Trabajadores pobres venidos de las afueras de teherán, enun país dondela tasa de desempleo de los jóvenes entre 20 y 35 años ronda el 30%. esos pobres han sido declarados el año pasado «mendigos» por la ley de actividades prohibidas. Este comercio continúa en una atmósfera amistosa, en el borde de dos mundos.
El metro es también la mano rugosa de Teherán, donde las líneas del norte y del sur entrecruzan los barrios pobres de los ricos. La línea 1 atraviesa los barrios residenciales de la burguesía del norte hacia los barrios pobres del sur. Esta fractura es la utopía social que la revolución no ha conseguido cumplir, a pesar de las promesas del primer presidente, Bani Sadr, elegido en 1980. El chador negro integral de las mujeres de las clases populares; las más ricas van maquilladas y muestran un mechón en su fular.
Todas las estaciones incorporan una esencia: en el norte el metro se detiene a los pies del monte Alborz y sus estaciones de esquí; en el centro, el bazar hace de corazón palpitante hacia las arterias del sur que se funden con el desierto. la línea 2 se postra en la plaza libertad (Azadi) y gira hacia el este, la plaza Jaleh y el parlamento, y la estación Ferdowsi, poeta épico del que todo iraní recita algún verso.
Las siete líneas del metro llevan cada día a 3 millones de personas. El metro es también un diario espacio de propaganda. A semejanza del ideario soviético, el metro de Teherán es un mosaico fotográfico de elegía de la revolución. Grandes fotografías de Jomeini, de los mátires, omnipresentes, o de los bassidjis, los héroes caídos en la guerra contra Irak. Sobre los muros, frescos en cerámica, versos del Corán.
Al igual que en otros metros de multitud de cudades del mundo, aquí también está prohíbido hacer fotografías. Enesos lugares por multitud demotivos; aquí por cumplimiento del corán. Sin embargo existe una laxitud tolerada, como en casi todo en el metro de Teherán.
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La fotógrafa francesa Sylvie Dauvillier, en un artículo publicado en la revista We Demain, se hace eco del trabajo de Pierre Muscat, nombre supuesto de una fotógrafa o fotógrafo cuyas fotografías «prohibidas» del metro de Teherán publicamos aquí. Buena parte de sus reflexiones y su amor por la vida en Teherán están señaladas en este artículo.