Era una entrevista en la que la cadena CNN quería producir una noticia más sobre Trump. El valor añadido era el entrevistado, el decano del periodismo de investigación en Estados Unidos, Seymour Hersh. Pero el guión de la entrevista se torció. La torció el siempre rebelde Hersh:
– Obteneis mejores shares de audiencia, y los periódicos de New York y el Washington Post ganan lectores. Atacar a Trump es en todos los sentidos, una buena noticia. Me gustaría que a veces habláramos sobre Yemen (…), pero comprendo: Trump hace que aumente la audiencia (…) Hubo un tiempo en que se confiaba en la prensa. Cuando trabajaba en The New York Times siempre tuve la convicción de que lo que escribíamos era digno de credibilidad y confianza. En la actualidad, muchos esperan escuchar lo que quieren escuchar e ignoran lo que no les gusta. Está bien para las cadenas de televisión, conservadoras o liberales. Para Fox, para MSNBC y CNN. Así conseguís excelentes cuotas de audiencia, chicos. Ganais dinero».
Hersh acaba de publicar sus memorias. Son cuarenta y cinco años de periodismo punzante. Sin misericordia ni entente con el poder. No es el único y en este momento tampoco el referente de la denuncia. Pero sí el que hasta hace muy poco podría estar entre los diez periodistas más incómodos, «lo más cercano a un terrorista» en palabras del colaborador de Bush, Scooter Libby. Hersh es un archivador con los fantasmas más catalogados del poder estadounidense: Watergate, las matanzas en Vietnam, las negras y frágiles alianzas con las dictaduras del Golfo, los planes israelíes de desestabilización, las torturas en Irak, las mentiras del asesinato de Osama Bin Laden. Es sintomático que la gran prensa liberal haya dejado de publicar los scoops de Hersh. Cuestiona el uso de fuentes anónimas, aunque en realidad la prensa parece huir de los fantasmas que sacuden al país: no news, good news. Es esa prensa la que lleva a sus portadas todos días los exabruptos más ridículos de un presidente. Trump puede presumir de lograr con un solo dedo centenares de titulares al día, algo por lo que los últimos diez presidentes de Estados Unidos tenían que sudar tinta.
La noria gira, como denuncia con ironía Hersh. La investigación en la gran prensa es cómo seguir aprovechando el exabrupto Trump en un filón de audiencias, trend topics, y ventas en papel. El periodismo es una ínsula en otra parte.