
El freno a las renovables
A finales de los noventa, la liberalización del sector eléctrico coincidió con una mayor conciencia ambiental y con unas tecnologías renovables en una primera fase de expansión. La bonanza económica permitía abrazar el discurso del desarrollo sostenible y el medioambiente vendía. Las empresas empezaban a pintar de verde su imagen y la Responsabilidad Social Corporativa se empezaba a utilizar como estrategia de venta. Lo verde estaba de moda.
Tras la llegada del PSOE al poder en 2004, se fomenta una mayor insercción de las renovables en el sistema eléctrico. En Mayo de 2007 este objetivo se transforma en un Real Decreto que asegura una prima a las nuevas instalaciones renovables. Ese RD pasó de ser la norma que aseguraba la promoción de las renovables a convertirse en la pesadilla de miles de inversores que confiaron sus ahorros. Y vinieron los recortes.
Tras el estallido de la crisis económica, las energías renovables comenzaron a verse como un coste innecesario en una economía diezmada. En tiempos de escasez la proección del medio ambiente se ve como un lastre para la economía. En el sector eléctrico se empezó a construir el discurso de que las primas a las renovables eran las causantes del déficit de tarifa. Falso argumento, puesto que el déficit se comenzó a generar antes de la creación de las primas. En concreto, la energía solar fotovoltaica se veía como el origen de todos los males. Pasó de ser una opción de futuro a considerarse el problema principal. Las eléctricas presionaban para que se limitase su implantación. La estrategia a seguir consistió en dilatar el proceso para que las pequeñas empresas de renovables no pudieran aguantar y esa generación quedase en manos de las grandes corporaciones.
Aquí entramos en el engranaje de las puertas giratorias, con los goznes muy bien duplicados por las medidas de recortes a las renovables y el bloqueo del autoconsumo, que casan perfectamente con los intereses de las eléctricas. Desde el comienzo de los ochenta, la puerta que ha separado al poder político del poder eléctrico ha girado en muchas ocasiones. Felipe Gonzalez en Gas Natural Fenosa o Jose María Aznar en Endesa. Otros son gestores de menor rango pero mucha influencia en las políticas cotidianas: ministros, secretarios de Estado, presidentes autonómicos y alcaldes han pasado a engrosar las filas de las compañías eléctricas.
La energía es uno de los sectores con más conexiones entre lo público y lo privado. Todas las eléctricas tienen gente de los dos partidos mayoritarios. Lo explican como que es una especie de equilibrio de fuerzas “para estar bien con todos”. ¿Más nombres? Martin Villa, Pedro Solbes, Elena Salgado, Angel Acebes, Manuel Marín, Josep Borrell, etc…
Las ficciones, si son buenas, hacen un retrato fiable de la realidad. El dios Apolo está enamorado de Casandra. Para que le correspondiera, Apolo le regala el don de la adivinación. Sin embargo, cuando llega la hora de ser correspondido Casandra le rechaza. El dios, enojado, le condena con la peor maldición que se le puede imponer a alguien que sabe qué va a pasar: que nadie le crea. Casandra alerta de la caída de Troya, pero nadie la cree.
Yo si di por cierto a Miguel Angel Cañete, Ministro de Medio Ambiente, cuando declaró que no sabía mucho de medio ambiente. Mas no me creo muchas de las buenas intenciones de las grandes eléctricas, aunque las expliquen muy bien y coloreen sus logotipos de colorines.
Este artículo está constituido principalmente por la lectura del libro Cómo nos engañan las eléctricas, de Carlos Colominas. Akal 2014.