Sin duda el de Joanne Kyger en Japón y La India fue más que un viaje interior. Tortuoso, a contracorriente. A veces espectral. Tortuoso porque esta joven poeta toma la sincera pero difícil actitud: desmitificar a sus acompañantes de generación que la acompañan. Decide desmitificar la búsqueda de los norteamericanos bien que pululan por Japón y La India a principios de los 60 huyendo unos, deseando encontrar otros el grial sensorial. Joanne no huye de cierto hedonismo efervescente. Después de comprender que no puede seguir al marido al que vino a seguir y querer, también poeta, también brillante pero enfrentado en una cruzada que resolverá con el paso de más años, Joanne comienza a crecer como poeta, y como ser sensible. A pesar de La India, su viaje junto a los poetas Gary Snyder y Allen Ginsberg, por el imponente, pobre y rocoso continente, es un fresco de contrastes. Estos jóvenes buscaban por diferentes caminos la iluminación, desde el rigorismo budista hasta el karma instantáneo de gurús, o las puertas interiores que explora no sin desolación Joanne Kyger en este diario publicado por Varasek que ya editara hace años los diarios del mismo viaje que escribiera Gary Snyder.
¿Por qué es tan interesante este diario íntimo escrito hace cincuenta años? Porque a pesar de lo concreto de la experiencia de Joanne, todos podemos ver ella los debates internos y colectivos en los que aún quedamos sometidos en nuestra civilización. Si nos gustaría despertar al yo que llevamos dentro, buscar el yo aunque sea a tientas, ¿qué lugar ocupa el amor o el matrimonio; son estos senderos de la vida o confusos bosques? Esa eterna búsqueda del yo, cómo se relaciona con la camaradería. Cómo crece una poeta, una amante que sufre la ira de su marido. Cómo un mundo de pequeña joven bien wasp da paso a una comprensión sensorial. Ritualizar el viaje interior al continente espiritual por excelencia continúa siendo cool, industrialmente cool hoy en día. Así que la vivencia de Joanne Kyger está a la vuelta de nuestra esquina.
Los diarios de Japón y La India de Kyger han sido traducidos por la poeta Analissa Marí Pregum. La voz de Kyger se nos acerca mostrando la pulsión creciente que habita en la poeta y que la hace compararse con los híper venerados poetas compañeros de viaje. La creatividad, su rueda sin fín, hace elevarse a la persona. Pero, ¿de dónde sacarla? ¿Se puede aprender a ver el mundo con una mirada propia y una voz singular? Y ahí es donde a diferencia de Gary Snyder y Allen Ginsberg, que recurren a disciplinas y gurús como fuente de inspiración, la mirada y la voz de Kyger van creciendo desde dentro en este viaje. Y su diario es ese camino largo, a menudo aparentemente superficial, roto en fragmentos como un jarrón japonés hecho añicos, pero crecientemente intenso, revelador y expiatorio.
Ese viaje homérico lleva muchas batallas consigo. La espiritualidad de un país, Japón, La India o cualesquiera que figuren en la lista occidental de los top ten cool, son un compendio mitológico en el mejor de los casos creado como alejamiento, huida sin fin por una juventud o intelectualidad que quiere evitar el colapso mental propio en las sociedades occidentales, desquiciadas por el fetichismo y la mercantilización. Pero la antítesis, como diría el joven Hegel, no parece hallarse en otra cultura sino en la propia. Kyger anota en su diario el papel mendicante que los ejércitos de pobres hacen ante los turistas americanos llegados por cientos en lo que es un turismo contracultural en boga. Al mismo tiempo La India, por ejemplo, a pesar de su pobreza inmisericorde posee ya la bomba atómica y es uno de los países más poderosos del continente. El país de los países, como Visnú se cae a los ojos de Kyger. Japón en contra, despierta en Kyger un sentimiento de estridencia por el carácter pacato que se vive, por ejemplo, en Kioto. Pero pese a todo, en el diario van quedando, como un collage inmenso de pequeños actos y aprendizajes cotidianos realizados en los momentos más adversos, la sucesión de actos que por su simpleza convierten a la escritora en ese ser que buscaba un poco más de perfección vivida.