Este es el viaje mochila al hombro y sandalias de cuero por el vasto y enigmático territorio de la India. Un recorrido por sus ancestrales monasterios budistas. Tras una temporada de estudio en Japón, los poetas Gary Snyder y Joanne Kyeger, jóvenes integrantes de la generación del renacimiento beat, buscan encontrarse entre los muros indios de Buda. Este es el esquisito y ecléctico diario de viaje publicado por Varasek Ediciones con la traducción de José Luis Regojo y Concepción Catalán. Una mañana helada. A bordo del Cambodge, una frontera de aromas separa las civilizaciones de Japón y la inmensa India. Viaje iniciático en 1961, hoy revisitado con anotaciones de Snyder. Pasaje a la cultura con mayúsculas, a la gran mente nacida del deshielo de los Himalayas.
El naciente Japón, anota Gary en su diario: «esta es una de las varias manifestaciones de la potente generación de cultura priopia del este asiático, que combina el confucionismo, el taoísmo y el budismo con las enseñanzas cientifico-progresistas occidentales y crea así un materialismo bastante próspero a la vez que contenido».
Los jóvenes Gary y Joanne buscan en el oriente vivir fuera de la cotaminación del occidente norteamericano: «las enseñanzas de Shakyamuni el Buda, además de toda la práctica de yoga y la devoción por un conjunto de dioses y diosas que purifican todo el universo de la contaminación. Esto es cultura con mayúsculas. La India siempre ha sido una tierra de sociedades rurales desperdigadas, y de complejidades tribales. Eso subyace en la cultura pública cotidiana con una cordura que le es propia. Ninguna otra cultura más que la India anterior a la época moderna imaginó tantos modelos de existencia: vastos universos y saltos en el tiempo, ambos medidos en años luz. (…) protegió a los ancianos sabios chamanes y a los ermitaños del bosque; se alimentan con restos de comida para atender y respetar sus profundos estudios de yoga».
Y se cruzarán Joanne y Gary a esos chamanes por los más recónditos caminos. Y con los miserables en cada aldea, y con los intocables en los trenes que como inmensas serpientes atraviesan la acartonada geografía del continente. Llanuras salpicadas de oasis verdes. Arrozales esporádicos, bueyes huesudos. La tierra reseca se abre como miles de brazos de Visnú al calor abrasador del día y a la húmeda fertilidad de la noche. Traqueteo de tren.Trance.
Plátanos, sobre todo plátanos y Puris, arroz y currys de todo tipo. Durmiendo en albergues para peregrinos. O en las estaciones de tren. Playas de arena blanca y fina… mar de color verde amarillo picado, brisa cálida. En el sur de la India la gente camina descalza entre las palmeras por doquier.
Madurai significa dulzura. Fue la capital del imperio pandiano. Resuenan en algún lugar tambores y trompetas alrededor del templo dedicado a la esposa de Shiva. Sandalias a la entrada. Vendedores de sándalo. En los puestos se venden estampas de vivos colores de Shiva, Buda (con apariencia de mujer), Cristo (con el pecho descubierto mostrando un enorme corazón que gotea sangre) y Gandhi con un halo. «Con mucha diferencia Shiva es el más atractivo. tiene la piel azul y leva dos serpientes, una enrollada al cuello y otra en el brazo extendido; el cabello largo, enrollado en la cabeza y está sentado meditando con el glorioso Himalaya como telón de fondo».
Aurobindo
Pondicherry había sido un enclave francés. Los policías y revisores hablán frnacés. Bicitaxi hasta el ashram de Sri Aurobindo. Un ashram es una institución auténticamente india: con el servicio a la comunidad religiosa en torno a un maestro y rama del hinduismo. No todos los ashrams son religiosos; por ejemplo los ashrams de Gandhi y de Vinoba Bhave combinan un comunismo espiritual con la comunidad y el trabajo social. El bengalí Sri Aurobindo Chose fundó este ashram poco después de la primera guerra mundial. Educado en Inglaterra, al regresar a La India se convirtió en un nacionalista radical y luego se pasó al yoga. Aseguraba haber fundado un nuevo tipo de yoga, el «yoga integral». A mediados de los 20, una mujer que se la conocía como «La Madre», comenzó a colaborar con él. Ahora lo dirige todo ella. El sistema de Sri Aurobindo es ecléctico y orientado al espíritu afín al neoplatonismo, el gnosticismo y también al vedanta. Este ashram tiene 1.300 miembros, repartidos en edificios dispersos a lo largo de todo Pondicherry. Algunas cosas están totalmente prohibidas: la política, fumar, beber alcohol y disfrutar del sexo. «Esto sólo concierne a los integrantes del ashram, no a los nvitados, gracias a Dios!».
– Una canadiense llamada Beverly Siergerman, que lleva tres años es el ashram, nos dijo que la Madre nunca moriría y que men¡diante u proceso de transformación algunas de la spersonas del ashram también vivirían eternamente.
Comida sana en Pondincherry. Las olas rompen en las arenas. Canoas pescando. Viaje a Tiruvannamali en un autobús desvencijado. Mochilas en el techo. A un paso de la «sociedad perfecta», miseria y chozas de barro. Niñas con un triángulo de metal brillante colgado de un cordel tapádoles la vulva. Incluso los bebés llevan joyas. Cerdos negros revolcándose. Toros brahman blancos con guirnaldas.
Madrás
Típica escena india: innumerables conductores de bicitaxis insistiendo; tantos y tan agresivos, viaje a la estación con las mochilas a cuestas. Madrás es una ciudad de aspecto agradable, limpia para ser La India. Las lenguas tamil, telugu y el canarás son tan difíciles que la mayoría habla el inglés. Restaurantes todos ellos vegetarianos. «nos sirvieron plato tras otro, todo lo que pudiésemos comer de cada uno de ellos,en con dos tipos de chapatis y arroz, cuajadas y plátano. Hay que tener cuidado al caminar por las calles a causa de los excrementos de las vacas y los humanos». El único calzado de Gary son las zoris japonesas y las chanclas de cuero indio. «El templo de la playa es pequeño y está construido con delicadeza en una lengua de tierra socavada por el mar. En unos cientos de años, el mar se lo tragará». En madrás los búfalos son apodados inspectores de frenos, pues cruzan las vías de tren y carreteras sin prestar la más mínima atención.
Gayacolinas
Al salir de la estación de Gaya, «vemos a los primeros tibetanos acampados, resguardados bajo el porche de un antiguo edificio. Huelen a «mantequilla de yak rancia mezclada con cuero viejo. Van sucios, con el pelo largo y grasiento y pesadas joyas de jade o turquesa». Bicitaxis por todas partes. Both Gaya es parte pueblo hindú y parte recinto arqueológico con multitud de peregrinos tibetanos e hinayanos acampados alrededor. Los tibetanos circunvalan el templo día y noche, girando sus molinillos
Cómo llegar a Nepal por tierra desde Patna: cruzando el Ganges en Mahendragaht, se toma un tren a Muzaffarpur, luego otro a Saguli, y otro hasta Amlesganj; desde allí un autobús a Katmandú. En la cubierta de tercera sobre el Ganges, unos hombres hacen tortitas y fritos con hornillos de lata, barro y varillas. En el tren Gary y Joane coinciden con una familia de casta baja: la madre lleva un sari andrajoso de color gris; la niña de dos años, con solo una camisa y el pelo polvoriento, deja llorar cuando Joane le da un plátano. En Nepal se ha cultivado la tierra intensamente: arrozales en terrazas escarpadas y granjas al borde de los abismos.
– Estábamos emocionados al cruzar el paso y ver cordillera tras cordillera de lejos picos azules. Por encima de ellas el gran Himalaya. Visibles el Annapurna, el Machapuchare, el Himalchuli, el Manaslu, El Ganesh Himal, el Langtang...
Katmandú, todas las tiendas cerradas. Sus habitantes esperan el final del mundo. Los planetas estuvieron en conjunción casi tres días seguidos y la gente tuvo durante todo ese tiempo mucho miedo. Katmandú parece una ciudad medieval europea. El agua tiene mica, y todo el mundo sufre diarrea. Hay más extranjeros aquí que en cualquier lugar. «Cenamos con un budista que dirige una escuela privada. Nos servió carne de búfalo y un vino destilado de arroz, llamado ela. Ve que hay un movimiento en marcha para reformar el Budismo en Nepal (algo que se necesita con urgencia)».
Sachi
El Pathankot Express es uno de los grandes trenes indios. Es de vía ancha y discurre entre Pathankot y Bombay a través de Delhi, una distancia que tarda dos días y dos noches en recorrer. Atravesando la rica tierra del Punjab, patria de los sijs. Durmiendo toda la noche con un indio de unos 60 años, con pelo canoso rapado, pantalones cortos y descalzo. Llevaba un equipaje de pobre y leía Doctor Zhivago. Sobre el mediodía, el tren nos dejó en medio del oeste salvaje. se acabó la brisa de la montaña. Refulgente calor. Los árboles son enjutos y retorcidos, con brotes de color escarlata. Rocas secas. Es el inicio de la temporada de calor y todo se está secando. No se espera lluvia hasta junio.
Bombay
Krishnamurti dice que solo ensaña la «libertad absoluta, sin condiciones». Suena a zen y, claro, también a budismo, pero añade que ninguna disciplina ni método de ningún tipo pueden conducir a esa libertad. Así que no hay nada que sus seguidores puedan hacer. Tiene muchos seguidores entre los intelectuales indios, sobre todo entre quienes son propensos al trabajo social gandhiano, especialmente aquí, en la gran e inmensa Bombay.
«Vivimos una vida fácil y cómoda en Bombay, en barrios limpios y hermosos; vemos un aspecto del país que hasta ahora desconocíamos. Es la temporada de los mangos, nada fibrosos y muy dulces. El centro de Bombay tiene la mejor variedad de restaurantes de La India y se puede encontrar gran variedad de alimentos porque no hay tanta concienca de casta: cocina mongol, cocina parsi, de la mejor.
Puede que las estupas y los templos indios sean de escaso gusto, pero esto no le resta seriedad en absoluto.
– La gente, el paisaje e incluso la religión se aferran a lo esencial. En parte, supongo, porque no se puede pretender que el sufrimiento y la pobreza no existan.
Escribe Gary. La India, y sus inmensas complejidades tribales. Hombres y mujeres de aguzada mirada, flacos por el duro trabajo, sin haberse llevado un bocado copioso a la boca en su vida. Viven bajo un cielo eterno de estrellas y en un mundo sin inicio.
– Puede que necesiten ayuda con dólares o alimentos, pero no necesitan, ni quieren, compasión o aversión.
India, yunque en el que el espíritu se pule. Flacura y ojos relampagueantes.
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Además de este Viaje por la India, Varasek también ha publicado de Gary Snyder su imprenscindible ensayo La práctica de los salvaje.
