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Yolanda: documental de un crimen

Iñigo Elortegi 14 marzo, 2017     Comment Closed    

 

 

El jueves 16 de marzo a las 20.00 horas en la librería LaLibre de Santander se proyectará el documental Yolanda en el país de lxs estudiantes, único testimonio documental hasta ahora sobre Yolanda González, militante estudiantil asesinada en 1979 por dos pistoleros adscritos a una banda armada de ultraderecha, el Batallón Vasco Español, vinculado con los servicios de inteligencia e interior españoles. El autor del crimen, Emilio Hellín Moro, después de fugarse al Paraguay del dictador Stroessner y pasar una leve condena en España, está en libertad desde 1994 bajo una nueva identidad. En la actualidad sigue colaborando con los servicios del Ministerio de Interior español. El documental dirigido por Isa Rodríguez se reproyecta desde 2013, en un intento por recobrar la memoria en un país donde se mira a otro lado cuando se habla de la violencia ejercida desde el estado en la transición y mucho después de la transición hasta llegar a nuestros mismos días. Cientos de personas sin monumentos ni recordatorios oficiales ni políticos. La proyección de Yolanda en el país de lxs estudiantes es una doble recuperación de memoria: la de Yolanda y la de la autora del documental, que se quitó la vida a principios de este año en Bilbao. Las compañeras y amigos que la conocieron quieren «reivindicar este gran documental y que siga el camino para el que fue creado, contar la historia real de los hechos que como otros, han sido callados o tergiversados y muchos olvidados. Para mantener la memoria, para no olvidar y para que las nuevas generaciones puedan conocer parte de su historia reciente».

 

El país de los estudiantes

 

ERASE UNA VEZ un país lleno de estudiantes, listos y tontos, que a los mandamases no les interesaba que estudiase. Todo empezó cuando esa gente tuvo una brillante idea: inventarse una ley para que no nos volviéramos demasiado listos. (…)Empezamos nuestra lucha pero no nos escucharon. Y fue el principio del cuento. Paros, manifestaciones,  encierros, sentadas (…)La respuesta a nuestras quejas no fue muy amable: Emilio, José Luis [muertos]… el último regalo que jamás pudimos imaginar ha sido el crimen de Yolanda.Yolanda era una compañera más que luchaba por no ser engañada. Sólo tenía 19 años. Sentimos dolor, tristeza, amargura y miedo ante su muerte. ¿Qué podíamos sentir? Pero a pesar de su crudeza, su asesinato nos ha devuelto las fuerzas para continuar nuestra lucha. La más salvaje que se ha conocido en toda la historia estudiantil. ¡Yolanda, nosotros no olvidamos!

Esta es una carta a un periódico que reproduce en su libro Los crímenes de la democracia el periodista Mariano Sánchez Soler. Y este es el relato que en él se hace de un crimen de Estado.

En diciembre de 1979, los estudiantes se echaron a la calle como en los últimos tiempos del franquismo. Huelgas, manifestaciones fuera de control. La ley de «autonomía universitaria» del partido en el poder, la UCD, es rechazada por las asambleas estudiantiles. Yolanda González, que tiene en ese momento 18 años y estudia electrónica en el madrileño Instituto Profesional de Vallecas, participa desde los primeros momentos. Es en la sede del sindicato CNT donde se reúnen siete institutos para formar la Coordinadora contra la ley de UCD.

Ese último y frio mes del año, va a ser el último que vivan dos jóvenes universitarios. Esas manifestaciones parecen estar sin el control de los policías, a su vez descontrolados. Es un 13 de diciembre y convocada una manifestación de Comisiones Obreras. La humareda que envuelve la batalla entre universitarios y la policía se desahoga con una ráfaga de disparos. Son catorce. Un joven con un anorak cae al suelo. Tiene una herida en la garganta que algunos compañeros tratan de tapar. Es José Luis Montañés, de 23 años. Una testigo dice:

– Unos jóvenes pintaron con tiza un cuadro donde estaba la mancha de sangre del joven herido. Pidieron flores a los vecinos. Yo misma les tiré algunas plantas. Luego siguió la confusión y un grito que salía de las manifestaciones de Comisiones: «Han matado a un compañero».

 

Pero José Luis ha recibido un disparo cuyo sonido ahoga no solo su vida, sino a cinco metros la de Emilio Martínez, de 20 años. El ministro del Interior, el general Ibáñez Freire justifica: “Los policías han disparado al aire… habían acorralado el jeep y peligraba la vida de los agentes”. El gobierno civil elabora más: los estudiantes muertos formaban parte de un plan “perfectamente estudiado y desarrollado (…) típico de la guerrilla urbana”. Yolanda había participado en esa manifestación encabezando una columna estudiantil. Tras la tragedia, el dirigente comunista Ramón Tamames se justificaría: “Intenté apaciguar a los estudiantes”. Ante el estupor general, recuerda el periodista Ramón Sánchez Soler, el ministro del Interior dejó una frase para la historia: “En  España hay una democracia tan estable como la francesa y allí les ocurrió mayo del 68”.

 

El crimen

Ese mes de diciembre un profesor del Instituto de Vallecas se queja de que una joven vasca que viste un kaiku, revoluciona a los alumnos. “Es una revolucionaria, una etarra”. Tales afirmaciones llegaron a los oídos de Félix Pérez Ajero, un vendedor ambulante afiliado a Fuerza Nueva. “¿Cómo se llama?”

– Yolanda González Martín, sus datos están en el instituto. Si los quieres…

 

Es así. Figura, pues: Yolanda González Martín, 19 años, estudiante de Primero de electrónica. Calle Tembleque 101. Tercer piso.El diez de enero esos datos están en poder de David Martínez Loza, jefe nacional de seguridad de Fuerza Nueva, de 55 años, con bigotito atildado, que ejercía como guardaespaldas de Blas Piñar.

Quien verificará la información es un ingeniero electrónico de 32 años, Emilio Hellín Moro, jefe del grupo de seguridad 41. Para ello envió a su lugarteniente, Ignacio Abad Valavázquez, de 19 años y estudiante de químicas, hasta la casa de Yolanda. Abad arrancó la tarjeta del buzó y se la entregó a su jefe.

Emilio Hellín frecuentaba la cafetería California 47, lugar de encuentro de la temida Brigada Político Social; era educado, bravucón y había pertenecido al Servicio de Documentación de Presidencia del Gobierno, bajo el mandato de Carlos Arias Navarro.

 

Yolanda llegó tarde y después de soltar desganada el bolso en el sofá, sonó el timbre de la puerta.

– Quién es?

– Luis

– Qué Luis??

Pero la puerta estaba entreabierta y aquellos dos entraron con una fuerza inusitada.

– Al suelo boca abajo!

Hellín recorrió las habitaciones

– No hay nadie más, vamos! – había desencajado una ikurriña a su paso de una pared.

Empujaron a Yolanda escaleras abajo, apuntándola en el costado con una pistola del nueve largo. La metieron en un coche, un seat 124 blanco. Junto a este iba otro en el que estaban el policía nacional Juan Carlos Rodas o el guardia civil Juan José Hellín.

Yolanda se mostraba expectante pensando por la radio del coche conectada a la policía que estaba siendo trasladada a alguna comisaría. Al llegar a un descampado en el kilómetro 3 de la carretera a San Martín de Valdeiglesias, supuso que algo iba mal. Hellín ordena parar y hace salir a Abad. Este escucha desde afuera los gritos coléricos de Hellín y la respuesta de Yolanda

– Soy trotskista. Milito en el Partido Socialista de los trabajadores. ¡No soy terrorista, nunca he simpatizado con ETA!, créame!

– Reconócelo, roja, sabemos que eres de ETA!

 

Los planes de Hellín y Abad eran otros para ese jueves. Tenían previsto poner una bomba en la agencia de publicidad del grupo Zeta, editor de la revista Interviú que tantos reportajes saca sobre la ultraderecha. Pero un atentado de ETA en Ispaster que ha acabado con la vida de seis guardias civiles, decide a Hollín a declarar un ojo por ojo. Saca a Yolanda del asiento trasero

– Aquí se acaba el paseo

Hellín dispara dos veces a la sien de la joven. Y exige a un estúpidamente estupefacto Abad que la remate. Abad obedece disparando su pistola star que atraviesa el jersey lila de Yolanda y el lauburu que lleva al cuello. Ambos abandonan el escenario sin inmutarse.

 

Al otro lado: El estado

A la mañana siguiente Hellín recibe instrucciones tras comunicar que ha tenido que disparar.

– Tranquilo, no te preocupes por nada. Vas a escribir en una cinta de télex lo que ahora te dicto. ¡Sí por teléfono. Estamos completamente cubiertos!. Lo entregas a la prensa de la manera conveniente y te vas de viaje a Barcelona ida y vuelta y luego a las Vascongadas. Desde allí hablamos.

 

Y Emilio Hellín escribe al dictado: “El Batallón Vasco español, grupo operativo militar, reivindica el arresto, interrogatorio y ejecución de Yolanda González Martín, natural de Deusto, miembro de un comando informativo de ETA rama estudiantil (IASE) del que también forman parte otras dos personas con domicilio en Madrid y que utilizan como tapadera a grupos con tendencia trotskista y maoísta (…) seguiremos actuando para localizar a los tres comandos de información (…) por una España grande, Libre y Única. ¡Arriba España!”

 

De quién es esta voz? O más preciso: qué cargo ocupa alguien tan bien informado y con acceso al fichero de Yolanda?

La desolación y el pánico corren por todas direcciones. Y llega hasta el rincón de la casa del policía nacional Juan Carlos Rodas Crespo. Ha leído en la prensa del asesinato de la joven a la que sus correligionarios iban a “interrogar”. Les había acompañado al domicilio de Yolanda. Sabe que se ha convertido en cómplice. Muerto de miedo acude a una comisaría en Getafe

– Esa chica que han encontrado muerta esta mañana. Yo sé quiénes la han matado.

El comisario de Getafe dio cuenta a su superior. El 7 de febrero, seis días después, Ignacio Abad fue detenido. A la mañana siguiente lo fue Hellín. En 1982 fueron condenados a 43 años de cárcel. Junto a ellos, los que entraron en la casa de Yolanda, Feliz Pérez Ajero y José Ricardo Prieto Díaz, además de David Martínez Loza por inducción.

El 15 de febrero de 1980, el ministro del Interior Ibañez señalaba en el parlamento:

– ¿Hay algún miembro de las fuerzas de seguridad implicado en el hecho que nos ocupa? (…) implicado, no; relacionado, si. (…) yo empeño mi palabra de honor de que jamás quedará al margen del rigor de las diligencias, cualquier presunto culpable, sea cual sea su pertenencia, profesión, actividad o vestimenta.

 

Gracias a un permiso del juez de vigilancia penitenciaria, José Donato Andrés Sanz, el preso Emilio Hellín Moro, se fuga en 1987, hasta llegar al Paraguay de Stroessner. Tres años después fue descubierto por la revista Interviú que un día intentara volar. Eso supuso su extradición al Estado español. Nada más salir de la cárcel en 1995 cambió su identidad. A día de hoy, Emilio Hellín colabora esporádicamente con los aparatos del Estado e incluso participa en casos judicializados. El 1 de febrero del 2017 se ha conmemorado el 37º aniversario de su asesinato.

Yolanda González tendría hoy 55 años.

 

El documental sobre Yolanda se proyectará en Santander el 16 de marzo en la librería La Libre a las 20:00 y el jueves 23 de marzo a las 19:30 en la librería La Vorágine.

 

 

 

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Autor: Iñigo Elortegi

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